Serie "Morriña", poemas inéditos de Don Arsenio De Prado
Poemas completos de Don Arsenio De Prado, cuyos fragmentos son utilizados en mi libro
'El Bosque de los Igmas, memorias de mis ancestros'
Manuscrito II; Pergamino Cuarto; 'Jonás Máximus - El lírico, año 139 a.C'
‘Mi Viaje a México’
Partí de mi casa un lunes veinticuatro de Noviembre a donde han acudido a despedirme mucha gente.
Se quedaron mis hermanas solitas completamente el único entre ellas yo y a quien querían fielmente.
¡Qué ingrato haberlas dejado! pero no ha sido capricho, en busca del porvenir, me he marchado de su abrigo.
Hasta que el barco tomara marcado era el veintiséis, a Vigo un hermano mío, se vino con interés.
Pero he aquí que al llegar, nos dan la fatal noticia que hasta el día veintiocho no confirman la salida.
Mi hermano desesperado decide marcharse a casa, temiendo que ni el veintiocho, el barco llegara.
Por fin ya me quedé solo, nada más que una cuñada sigue el viaje conmigo a quien su marido llama.
Llego ya el veintiocho, el barco se acerca al muelle, pregonando la noticia, que el embarque es a las nueve.
Subimos por fin al barco, Marqués de nombre se llama; por mí ya era conocido, pero nunca en él pisara.
A las cuatro de la tarde, del muelle empieza a alejarse, hasta que a muy pocas horas, solo vemos Cielo y mares.
Temía algo a la dormida por pasarla en cama extraña, de un tirón me la he echado, como si en tierra me hallara.
Veintinueve a la mañana, en Lisboa estamos ya, la que mucho me ha gustado de las vistas nada más.
Nos esperan aún mejores y de más comodidad, hasta que no llegue a México, no puedo calificar.
Un día na más de estancia, demoró en éste puerto, a Cádiz con toda marcha nos pone rumbo directo.
Día fatal para mí, este treinta de noviembre, en el barco me eché el día, caminando constantemente.
Por fin al anochecer, hemos quedado tranquilos, el barco se acerca al muelle, entonces ya yo he comido.
El primero de Diciembre a Cádiz lo he dedicado, visité la Catedral, comercios y hasta el mercado.
Volviendo otra vez de nuevo pisar tierra de mi Patria; pero ahora la despido, por una gran temporada.
El dos a las once horas, emprendemos retirada, camino de Nueva York, ya hasta allá agua y más agua.
Los días de la semana casi se pasan sin rumbo para mí todo es lo mismo, en agua y cielo está el mundo.
Unos cuantos amigotes me ayudan a pasar tiempo, pero las olas si crispan y viene el cambio de nuevo.
Unas veces proa a popa, otras sereno y a tiempo; la gente no come apenas, y de aquí viene el mareo.
Son los mismos marineros, y notan variación, ¿qué haremos los pasajeros? nos quedamos sin color.
Algunos kilos perdí, el apetito decrece, no me llama nada a mí, sólo tierra me apetece.
Nos dicen que nueve días llevará la travesía, para entrar en Nueva York, quiera Dios no sea mentira.
A medida que éstos pasan, los restos de su total pero al juzgar por las millas, imposible ya llegar.
El temporal tan rebelde acomete a toda proa y las millas ordinarias el barco las abandona.
Hemos llegado a momentos, en Terranova ha ocurrido, que hubo de tender las anclas y sin moverse del sitio.
Por fin con fuerza y trabajo, dominó el temporal, la tripulación responde y mejor el Capitán.
Con tanta variación la razón los días pasan, y de pronto a Nueva York le vemos iluminada.
Tres horas a toda marcha, costeando la ciudad, nos llevó entrar al muelle donde iba a descargar.
Minucioso y muy atento, contemplo los rascacielos: ¡Tantos millares de focos! ¡El movimiento del puerto!
La circulación constante del turismo y de las gentes justifican todo lo grande que ésta ciudad se tiene.
Lamento no visitarla, pero es que aquí los Agentes, tan estricta es su palabra que no transigen ni atienden.
La Estatua de la “Libertad” qué lo primero que vi, la saludé al llegar y al marchar la despedí.
Dieciséis a las diez horas ante un espléndido día, caminamos paralelos costeando la Florida.
Se ve su larga meseta, la costa es toda una playa, presumo que el interior encierra en sí vida sana.
Rodeada por los mares arbolado abunda mucho por eso la califico: sana, preciosa y de gusto.
Por fin termina la costa de la llamada Florida, un cabo remata el fin dándonos la despedida.
El diecisiete a las ocho hemos llegado a la Habana y en medio de la bahía hacen pasar la mañana.
Cuando pasé el Estrecho minucioso me he fijado que el Morro queda a la izquierda y el Malecón al contrario.
Cuando ya estacionados en medio de la Bahía, la gente en lanchas se viene, a preguntar por su familia.
Esto me originó pena unos por otros llamaban, pero ni de mí ni mi cuñada, nuestro nombre sonaba.
Hasta que un maletas dice: ¿Usted Arsenio se llama? El Hotel Continental su equipaje reclama.
Luego ya a rempujones conseguí bajar del barco, un señor me mira y dice: ¿Es usted Arsenio de Prado?
Y ésta Hortensia y la niña, sin temor a equivocarme, Abelardo me ha escrito anunciándome este viaje.
El señor que me interroga resultó siendo mi primo, Cesar de nombre se llama y con nosotros cumplido.
Ya todo el resto del día con nosotros lo ha pasado; luego me llevó a su casa, instalada en el Vedado.
Allí conocí a su esposa amablemente y muy complaciente; conmigo se han portado los dos admirablemente.
Luego volvimos a salir visitando la ciudad, tiene un aspecto muy bueno y mucha variedad.
Pasando por Berenguero, dando frente al Capitolio, una rumbear en las tablas se presenta ante mis ojos.
A la que daba un carácter propio de lo que es la rumba, en ninguna parte más, se ve bailar como en Cuba.
Hasta el veinte allá estuve, dando vueltas a La Habana, en máquina recorrí calles y calles sin tasa.
A las veintidós en punto partimos del aeropuerto, unos amigos nos siguen, hasta el momento del vuelo.
Me encuentro ya en el aire, tranquilo como si en tierra, se ve el paisaje hermoso, las nubes debajo quedan.
Dieciocho, hora local, volamos ya sobre Mérida, tan diminuta se ve, que muy poco en sí revela.
La posición lo permite, la altura son dos mil metros, por eso que solo he visto de sus focos el reflejo.
A las veintiuna y diez nos hallamos en el campo, a un momento de llegar he visto ya a mi hermano.
Luego que ya han arreglado el asunto de la salida, pude abrazar libremente al resto de la familia.
Directos vamos a casa ya sin pérdida de tiempo, ¡Lamento que a mis hermanos se les haya aguado el intento!
Bien trazada la tenían de engañarnos pobremente, presentarnos familiares que a casa no pertenecen.
Pero na más que una hora tenían para ir al campo, entonces ya el intento no han podido lograrlo.
Ahora me encuentro ya en terreno mexicano, siendo mi destino ya, esto debo terminarlo.
Una vez que ya conozco la capitalicen de lleno, haré luego una adición a mi viaje de nuevo.
Estos días solo son conocer personal nuevo, infinidad de amistades de mis hermanos me encuentro.
Hoy para mí solo elogios en todos es lo que encuentro satisfecho en realizar éste viaje tan bueno.
A España la he dejado y ahora me encuentro en México y conmigo se ha llegado la amistad de los Gobiernos en lo que cabe al mercado.
Fin.
México, 23 de Diciembre de 1947-48
La sensibilidad y romanticismo de Jonás Máximus el lírico, se consagra por la inspiración prestada de la poesía de mi padre. Suspira y disfruta de sus versos en mi novela "El Bosque de los Igmas. Memorias de mis Ancestros"
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Para mí novela he utilizado varios fragmentos de los poemas de mi padre, con adaptaciones. Puedes leer sus poemas inéditos en este INK-Log: Serie 'Morriña'.
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